" No puedo ofrecerte una sola flor de todo el tesoro de la primavera, ni una sola luz de estas nubes de oro. Pero, abre tus puertas y mira, y toma, entre la flor de tu jardín, el recuerdo oloroso de las flores que hace cien años murieron ".
Mis versos vienen del tiempo que se fue, del cielo gris después del aguacero, la canción inventada; vienen de aquellos pasitos entrecortados en la hierba tibia y la muñeca de trapo con un nombre tonto. Mis versos vienen de un paseo lejano, con los pies descalzos en el polvo húmedo, adivinando los primeros goterones que se adelantaban al trueno, la muñeca bajo el brazo, protegiéndose del agua y la chiquilla que tartamudeaba; mis versos llegan de pensamientos que fluyen más rápido que las palabras, más rápido que la misma lluvia. Mis versos llegan de un tiempo que pasó, de la ropa tendida en el alambre de púas, la paja de agua, las noches de aguadulce y los cuentos de miedo, mi madre altiva, mi padre alegre, mi primera poesía y la peseta que gané al recitarla. Mis versos llegan del cerrito, el agua fresca saliendo del peñón, el primer beso, el humito del tren, el olor inigualable a pan caliente y tierra mojada, la vaca que pateaba al ordeñarla, la inocencia que murió después del aguacero y la canción que se quedó en el poema. Mis versos vienen del tiempo que se fue y las memorias que se quedan en palabras para siempre.
Ahora que reinvento en tus acordes mis palabras,
te adivino ante el atril, ojeando partituras,
vuelvo a reconciliarme con tus notas, tanto tiempo apagadas.
Quisiera imaginarte ensayando en las cuerdas
tus gritos, mis pasiones,
con tu rostro cansado asomando una arruga,
aniquilando malos hábitos, dando ritmo a mis letras.
Y tu voz ronca pariendo corazones me distrae.
Y me siguen dando ganas de armar párrafos, bordar sueños,
me siguen dando ganas de cantar con tu garganta,
de amar con tus poemas.
Me siguen dando ganas de encontrarte
y descubrirte un día tal cual yo te imagino.
Xinia M. EstradaLas Vegas, NV 2007
Amor de Ocaso
¡ Cuántas veces he jurado olvidarte !
y en el ocaso de mi vida,
con tanta soledad a cuestas,
a pesar de los desencantos, las heridas
nunca dejé de amarte.
Si en la gloria de mi juventud no te busqué,
si dejé que calentaras otras sábanas
sin levantar mis manos;
si mis gritos se ahogaron sin lanzar
siquiera un pálido gemido,
fue sólo cobardía,
quizá miedo o impotencia.
Por todas las lágrimas que no derramé,
por las cartas de amor que no escribí,
las caricias que faltaron, los deseos que sobraron.
Hoy que tus ojos se cierran sin recoger mis lamentos,
te juro en el ocaso de mis días,
que nunca dejé de amarte.Xinia M. Estrada
Pronto
Dormir con Aguacero, más poesía.
Y también... Pies Desnudos, la novela.
No comments:
Post a Comment